Gestos: Desgracia, Cuentos de Tokio
Publicado: 31/07/2012 Archivado en: Asia, Gestos | Tags: apartheid, Coetzee, Cuentos de Tokio, Desgracia, II Guerra Mundial, Ozu, Sudáfrica, Yasujiro Deja un comentarioEn Desgracia, David Lurie es expulsado de la Universidad de Ciudad del Cabo en la que daba clase por un affaire con una alumna. Se refugia de su progresiva desconexión de la realidad al lado de su hija Lucy. Cierto día tres desconocidos irrumpen en la casa en la que viven, dejan inconsciente a David y se encierran en la casa con Lucy. La violan.
Shukichi y Tomi son los protagonistas de Cuentos de Tokio, padres ya ancianos que van a visitar a sus hijos a la capital. Sin embargo, el ajetreo de la ciudad y el trabajo se convierten en escudo de los hijos, desconectados generacional y geográficamente de sus padres. Tras vagar por diferentes casas, los protagonistas terminan en la de Noriko, esposa de Yoji, su hijo fallecido siete años antes. Con cierta falta de tacto, los ancianos, sentados en el tatami uno frente al otro, recuerdan a su hijo; Noriko, sentada a uno de los lados, escucha.
La escena comienza con un plano general frontal de los tres personajes que se intercala con los primeros planos marca Ozu.
En cierto momento, cuando la conversación entre los padres empieza a tomar aires más íntimos, la cámara de Ozu se sitúa a la espalda de Noriko:
Coetzee, en lo que se puede interpretar como un gesto de pudor, evita decir que los que violan a Lucy son negros, pero lo son. La reacción de Lucy al suceso pone de manifiesto que la omisión del autor no se producía por pudor. Lucy, ante la incomprensión de su padre, decide no denunciar a los acosadores aunque podría averiguar fácilmente quiénes son. Decide asumir en la carne la herencia de la violencia durante la colonización de Sudáfrica como ciudadana de origen europeo/opresor.
En Cuentos de Tokio, que la cámara salte a la espalda de Noriko en el momento más delicado también puede interpretarse como un gesto de delicadeza del director hacia su personaje. Vemos cómo va agachando la cabeza al tiempo que las palabras van hiriendo de forma inocente la memoria de la muchacha. Al fondo de la imagen podemos ver una fotografía de Yoji poco antes de ser llamado para enrolarse en el ejército. Y uno no puede evitar pensar que el gesto de protección de nuestro querido Ozu no está dirigido al personaje, sino hacia el espectador japonés de su tiempo, para que no sienta sobre sí la responsabilidad del dolor de la muchacha. Yoji había muerto en la II Guerra Mundial, un episodio de gran vergüenza para la nación; en ese plano general desde la espalda de Noriko se están intentando expiar las heridas de Japón, 8 años después de terminar la guerra.